HISTORIA
En la antigua Escitia, las actuales Rusia y Ucrania, florecieron las llamadas comunidades bogomilas, cuya filosofía de vida se basaba en el bien y en la bondad. Vivían en base a los buenos valores del ser humano y las verdades del buen Univérsum, y esto atraía y gustaba a la gente sencilla y buena. Esta forma de vida, se extendió a los países eslavos, donde les llamaron teogamitas; y cuando llegaron a Occitania (norte de España y Sur de Francia), fueron llamados cátaros, aunque popularmente eran conocidos como “los buenos hombres”.
En poco tiempo, el catarismo se extendió por toda Europa. Hubo cátaros en Occitania (sur de Francia) Lombardía, Italia, el Imperio romano-germánico, Cataluña, norte de Francia (conocidos como paulicianos), Flandes, Hungría, Inglaterra…
Miles de personas aceptaron el catarismo, tanto aristócratas, nobles damas, clérigos y monjes, como el pueblo llano: comerciantes, artesanos, campesinos… A finales del siglo XII, al menos un tercio de la población de Occitania eran «bonshomes».
Los elevados ideales cátaros influyeron y contribuyeron en la formación de la cultura en general, la música, el textil, la artesanía… y las ideas de libertad y democracia enriquecieron directamente el arquetipo europeo.
Ante este auge del catarismo, Roma estaba alarmada. Provenían de otro espíritu y de otras fuentes, ni la más mínima maldad, violencia ni espíritu imperial; menospreciaban el señorío mundial, el materialismo y los vínculos oscuros con los poderes laicos.
En los siglos XI y XII, comenzaron los debates teológicos públicos entre la Iglesia y los cátaros y, ante la manifestación de la sabiduría de estos, el catarismo ganaba un reconocimiento cada vez mayor entre la gente, Roma decidió dejar los argumentos y recurrir a la fuerza.
En 1209, el Papa Inocencio III convocó una cruzada contra los cátaros, fue llamada “albigense”. Las hostilidades no cesaron hasta 1255, y murieron alrededor de un millón de personas.
Las comunidades cátaras se recuperaban gradualmente y, aunque en clandestinidad, seguían siendo numerosas. Entonces, Roma recurrió al tribunal de la Inquisición, que basaba sus investigaciones en denuncias sistemáticas y recurría con frecuencia a la tortura para conseguir confesiones que utilizaba como testimonios.
Muchas ciudades como Beziers, Lastours, Montsegur… fueron asediadas y devastadas, mucha gente buena murió asesinada o quemada en la hoguera…
A principios del s. XIV, el catarismo prácticamente había dejado de existir en Occitania. El último perfecto cátaro Guillén de Belibaste fue apresado y al subir a la hoguera, pronunció una profecía que ha llegado hasta nuestros días: “Dentro de 700 años el laurel reverdecerá”.
Al parecer no quedó ni un solo Buen Hombre, sin embargo, todos los esfuerzos por borrar la memoria sobre los buenos hombres han sido en vano, pues el buen arquetipo del ser humano, la Bondad, la Sabiduría, la Pureza, la Paz… late en el corazón de cada persona, y desde la Asociación para el Estudio de la Cultura Cátara, trabajamos para que este arquetipo despierte y se manifieste en cada ser humano, y brille por toda la Tierra, construyendo un mundo basado en estos valores imperecederos e inherentes a la naturaleza verdadera del hombre.